1. Los enanos, con pistolas,
ballestas y hachas, formáis la primera línea de combate, mientras que los
humanos blanden medias picas y espadones por encima de vuestras cabezas. El
combate es brutal: no bien penetráis en la caverna, los grobi salen a vuestro
encuentro entre chillidos, arrojando lanzas a la carga, mientras otros los
apoyan con piedras y flechazos. Dos de los proyectiles, que carecen de punta
metálica, te rebotan en los brazos y el pecho protegidos con cuero. Un humano,
tras de ti, no tiene tanta suerte, pues una flecha se le clava en la cara y le
hace gritar en agonía.
Estalla el combate cuerpo a
cuerpo. Sketakki sube y baja, y, si bien poco sabes de combate formal, esta
lucha tiene poco de esgrima y mucho de matanza. Los cuerpos desnudos de los
grobi no son rival para vosotros. Una media pica, empuñada por el humano que
tienes detrás, atraviesa la cara de un grobi y tú le abres el vientre. Harok, a
tu izquierda, presiona hacia delante. Las astas de las lanzas se clavan sin
resistencia en los cuerpos grobi, que combaten como animales atrapados y se
deshacen.
Entonces, sin embargo, una
decena de metros más atrás un grobi gigantesco, tocado con plumas de águila,
los llama a gritos. De las rocas surgen más grobi frescos, que arrojan lanzas y
piedras. Las bestias se lanzan a la carga, y el jefe grobi viene a por ti,
empuñando una maza de madera y piedra. Paras el primer golpe: el segundo te
arroja al suelo. Estás a punto de perecer cuando Morgrim detiene el golpe con
el escudo y lo hiere con su espada corta. No participó en la primera carga,
pero ahora, quién sabe por qué motivo, está en primera línea. El enano lo
mantiene ensartado en la hoja, aunque su rival le asesta varios golpes en el
yelmo antes de morir. Al cabo, ambos se derrumban.
Mercenarios y enanos caen
sobre los últimos grobi, estos huyen, y la batalla se convierte en carnicería.
Finalizada la matanza, jadeas
como un animal satisfecho. Estás cubierto de sangre negra, vísceras y bilis.
Has perdido una bota, que luego encontráis entre las garras de un grobi. Sales
tambaleándote y respiras aire puro, mientras los mercenarios rematan a los
últimos supervivientes con saña y empujan a los prisioneros contra la hoguera,
para que se quemen vivos. No habrá piedad, pues su líder ha caído en la última
etapa del combate: Morgrim, el aventurero, nunca volverá a Middenheim. Su
herida es letal.
FIN