1.2.2.2.2.1 Al darte la vuelta
ves el ceño fruncido de uno de los martilladores de élite que forman la guardia
real de Karak Kadrin. Estás a punto de balbucear una excusa, una explicación o
cualquier otra cosa, pero lo siguiente en aparecer ante tus ojos es algo
centelleante que se vuelve oscuro, y luego todo es negro mientras te das cuenta
de que alguien te acaba de golpear con una maza o un martillo de guerra a dos
manos en la cabeza. Tu cara se hunde hacia dentro y los huesos del cráneo se
incrustan en el cerebro. Quizás quieres decir algo, pero ya no tienes mandíbula
ni puedes ver, y notas como algo muy lejano el impacto contra el suelo. Al
poco, dejas de escuchar las voces. El dolor atroz de la herida dura
piadosamente poco.
FIN
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